Lo que singulariza la Escuela Waldorf

Hemos fundado la escuela Waldorf de Stuttgart. Poco a poco van llegando las gentes y quieren observar las clases de la Escuela. Así es como lo hacen los hombres de los tiempos modernos: cuando les interesa lo uno o lo otro, van ahí, lo miran, y luego lo “conocen” lo suficiente para que, dado el caso, se sientan capaces de organizar algo similar. Así es como se ha vuelto la vida. Pero en la Escuela Waldorf, esto no es lo importante; lo que importa es que, ante todo, uno llegue a participar en la vida íntima que es el alma de la didáctica y la pedagogía de la Escuela. Lo que importa es que se capte efectivamente la relación entre el hombre y el mundo de manera completamente nueva. Ya saben ustedes que los hombres son magníficos en lo que se refiere al mundo de sus ideas; a nadie le gusta conservarlas para sí mismo; prefiere que todos participen de ellas, es decir, quiere compartirlas con los demás. En lo tocante a otros bienes, distintos a las ideas que reparte a todo el mundo, el hombre ya no es tan munífico; prefiere retenerlos para sí. En esto consiste la diferencia entre el mundo espiritual, por un lado, y el mundo económico, por el otro, diferencia en verdad radical, si uno quiere verla. En el fondo, cuando uno siente la tendencia de hacerse maestro según el sistema tradicional, lo único que pretende es transmitir a los demás sus ideas, cosa fácil de lograr, porque los niños aceptan los regalos de mejor modo que los adultos siempre prestos a crítica y resistencia.

Desde luego que estas mismas tendencias han de tenerse en cuenta también en la Escuela Waldorf y en sus maestros. Pero ahí nos encontramos además, con un elemento nuevo que sólo puede nacer del espíritu de la ciencia espiritual de orientación antroposófica. ¿Cuál es? Lo nuevo es que, en adición a lo que desde siempre ha existido en las concepciones tradicionales, esto es, lo post-mortem, viene a agregarse el cálido interés por lo prenatal: en el niño que va desenvolviéndose, se va revelando paulatinamente lo que desciende de los mundos espirituales. Tengamos presente que nosotros hemos descendido de esos mundos a determinado tiempo; los dioses nos han mandado acá, y llevamos a cabo lo que ellos nos confiaron. Nuestros niños han descendido después; se quedaron allá por más tiempo. Así nosotros podemos contemplar aquello que resplandece en el alma infantil: es su mensaje. La certera intuición de que, procedente del mundo espiritual, algo desciende a nuestro presente, algo que, existente en el niño, ha de descifrar en el maestro; la intuición de que vamos a agregar un recibir a nuestro innato deseo de regalar; esta intuición sólo puede nacer de la ciencia espiritual auténtica, cuando, en viviente sentimiento, la idea de la pre-existencia llega a complementar la de la post-existencia.

Este nuevo elemento, incorporado en la pedagogía y didáctica de la Escuela Waldorf, es lo que importa; y esto significa que, en el fondo, sólo puede comprender la Escuela Waldorf quien haya acogido la ciencia espiritual antroposófica en su propio corazón, en su propia alma. Sólo después tendrá un sentido el que observe clases; de lo contrario, de lo único que podrá darse cuenta durante las horas que dure su visita, es de lo que se escriba en el pizarrón, de lo que se hable a los niños, etc…

Rudolf Steiner.

Fragmento de conferencia, Dornach, 10 de Julio, 1920.